El miedo es una emoción natural y necesaria, si no tuviéramos miedo viviríamos de una forma temeraria hasta el punto de poner en peligro constante nuestra vida. Por lo tanto, el miedo nos mantiene a salvo, preparándonos para dar respuesta al estímulo amenazante, ya sea enfrentándolo, poniéndonos a salvo o tomando precauciones.
Pero hay ocasiones en que, por experiencias de nuestra vida y aprendizajes, se ve alterada nuestra percepción de las cosas que pasan, haciéndonos ver la vida desde los ojos del miedo. Este miedo disfuncional se aleja (un poco o mucho) de la magnitud del estímulo amenazante aumentando los síntomas de ansiedad y estrés, y dificultando que podamos gestionar la situación, o que evitemos hacer cosas que en realidad sería bueno para nosotros.
Cuando este miedo disfuncional se apodera de nosotros, está presente en nuestro día a día aumentando la rumiación (pensamiento en bucle). Este tipo de pensamiento no es productivo, no nos ayuda, simplemente hace que aumente más el malestar y no nos da salida, es como el pez que se muerde la cola.
Hemos de ser observadores de nosotros mismos, y así podernos dar cuenta de cuando este pensamiento en bucle aparece y ponerle freno, centrarnos en el ahora. Podemos respirar hondo y enfocar nuestro diálogo interno a decirnos cosas como: “luego me ocupo de esto”, “ahora estoy bien”.
Thich Nhat Hanh dice:
El miedo nos mantiene enfocados en el pasado o preocupados por el futuro. Si podemos reconocer nuestro miedo, podemos darnos cuenta de que en este momento estamos bien.